martes, 4 de septiembre de 2012

Von Freeman y el Desapego





Ayer me enteré de la muerte de von Freeman. Jazzman de Chicago que tocaba el saxo tenor. Tenía como rasgo característico un desprecio hacia la fama, el dinero o sencillamente algo tan prosaico como publicar discos. Su única intención fue tocar y se preocupaba de tocar en público no menos de cuatro días en semana.

Se sabe que sus comienzos fueron a los dieciséis años en la orquesta de Horace Henderson hermano de Fletcher y desde ahí comenzó a tocar sin parar, siguiendo el aserto de sin pausa y sin prisa. Nació en 1923 y tocó con todos los grandes del jazz de los años cuarenta, cincuenta y todos los demás. Su misión inicial era el acompañamiento pero posteriormente fue alcanzando mayor protagonismo. Su primer disco lo grabó con cincuenta años cumplidos. 

De porte clásico. Se le ve alto, negro y elegante. Con ese tipo de elegancia que solo aparecen en las fotografías de músicos de jazz o en los boxeadores de la primera parte del pasado siglo. No parece que tuviera una educación musical esmerada aunque predominara la necesidad de tocar frente a lo demás.

Lo remarcable del personaje del día es que dado los tiempos,  incluso la sociedad donde vivimos,  haya alguien que no sienta la necesidad de darse a conocer en parcelas donde perdure la memoria. Se sabe que Kafka no necesitó la publicación de sus escritos para sentirse escritor. Y algo parecido le ocurría a Juan Rulfo. De alguna forma era autores que entendía la vida como una actividad que se hace cada día, independientemente del reconocimiento o la publicación. En el caso de Kafka, esto fue así, al menos mientras se mantuvo con vida. Para la posteridad no quemó o hizo desaparecer. Posiblemente no le diera  mayor importancia ya que no estaría para verlo.

En el caso de Freeman quedan un conjunto de discos, y algunas, bastantes, grabaciones que dan fe de su paso por este mundo y que permanecerán en la memoria de algunos aficionados. He de reconocer que no conocía a Freeman hasta el día en que leí su necrológica y me enteré de su indiferencia hacia lo que fuera permanecer en la memoria persistente de su época. Vi un vídeo, debe ser uno de los de la última época, y aparece vestido con traje y sombrero negro, camisa blanca y corbatón de colorines. Al principio de la grabación se le escucha hablar con esa voz grave con la que hablan los músicos negros de jazz. Los boxeadores negros también tienen una voz parecida pero en otro registro. Los blancos otra, quizá menos fotogénica. Dice una palabras y se lanza a entonar un solo que resuena con una ligera reverberación en un pequeño local. Llegado la edad de algunos músicos, solo les está permitido tocar en salas pequeñas o en garitos. Ahora ya no están llenos de humo como ha solido ser tradición.  Recuerdo el  “Around of midnight” de Dexter Gordon, en la inolvidable película de Bertran Tavernier y se percibe la misma concentración y el mismo desapego hacia las cosas de este mundo mientras sopla un tema clásico o escasamente escuchado, como si a su través se pudiera llegar a desentrañar algún misterio que a todos nos afecta.

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