sábado, 27 de octubre de 2012

El ángel exterminador y lo podrido




En la película dirigida por Buñuel y titulada “El ángel exterminador” un grupo de personas se encuentran dentro de una casa sin posibilidad de salir. Esto no quiere decir que estén encerradas. Hacen su vida en el salón que da a un enorme recibidor que a su vez da a la calle. No hay muros, ni verjas, una enorme puerta abierta les permite salir cuando quieran. O eso parece. Las personas atrapadas tienen la categoría de burgueses. Inicialmente se comportan con la educación y los modales que se les supone. A medida que pasa el tiempo y comienzan las escaseces de comida y de higiene, la educación salta por los aires tratándose unos a otros como animales. La única forma de que acabe ese infierno es salir pero una enorme puerta abierta se lo impide.

Hace unos días ocurrió un caso escalofriante. En un piso de Ciempozuelos (Madrid), los vecinos llevaban dos años oliendo a podrido. Especialmente en verano. El piso estaba habitado por una mujer, a la que le habían quitado la custodia de sus cinco hijos. Llamaron a la policía para solicitar una orden judicial que les permitiera entrar. Fue denegada. Llamaron también a los bomberos para comprobar si a través de alguna argucia podían colarse, pero se encontraron con que necesitaban la autorización de un juez. Se lo volvieron a denegar. Seguían los malos olores. Estas situaciones se repitieron varias veces a los largo de los dos años. La misma absurda situación se repetía una y otra vez. Se trataba de entrar al piso y comprobar qué originaba el mal olor. Un día el marido de la señora que supuestamente vivía en el piso salió de la cárcel, llevaba siete años cumpliendo pena por violación. Llamó a la puerta y al no abrir nadie y poniéndose al corriente de lo que sucedía, bajó a la calle, compró un mazo y tiró la puerta abajo. Dentro se encontró el cadáver momificado de su mujer. En este caso la voluntad de un juez les impedía comprobar algo que todos; vecinos, policía, bomberos, sabían que estaba, pero esa instrucción intangible les impedía entrar y así hubieran podido estar años y años. Buñuel forever.

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