miércoles, 10 de octubre de 2012

La zona de sombra



Son las once de la mañana de un día de verano, paseo por una calle empedrada, hay casas a ambos lados. Hace calor. La luz del sol pega de costado sobre la estructura de las casas, esto hace que parte de la anchura de la calle este a la sombra, pero a gran parte de la calle le da el sol. No sé si he dicho que hace calor. Esta mañana me he levantado como si un malestar se hubiera metido en mi cabeza. No he podido quitarme la molestia ni siquiera desayunando, ni siquiera tomando dos vasos de agua, ni siquiera paseando. No tengo obligaciones, ni responsabilidades, tan solo estar aquí, permanecer. Voy hacia un sitio pero podría no ir, nada me obliga a ir o a quedarme. Tomo la decisión de ir, fundamentado en que podría hacer cualquier otra cosa.

Camino por la calle que me parece larga, con sol, siento el calor. Noto el impacto de mis pies sobre el suelo. Noto mis pies y el sol que me pega en la cabeza, no digo que me da en la cabeza, digo que me pega en la cabeza y paso bajo la sombra de un balcón. Me acerco a la acera, siento la necesidad de acercarme a la  pared. Camino un rato por la sombra junto a una pared desconchada. Hay partes que está desconchada, hay otra partes que no. De los agujeros se ve suelta la arena. Se puede oler la arena junto con la sensación de calor, junto con la sensación de arenosidad de granos que son rozados por la suela de los zapatos. Rozo la pared con la yema de mis dedos.
    
Una calle corta la calle por la que transito. Desaparece la sombra hasta dentro de unos pocos metros, hasta la próxima calle. Al pasar al sol vuelvo a sentir el pavimento sobre mis pies, no transitan coches, solo algún que otro traseunte. Los comercios están abiertos, no corre el aire. Miro adelante y veo la sombra en paralelo junto a la luz más adelante y más adelante. Siento un pie, otro pie, la rugosidad del suelo, la dificultad de pisar bien aunque lo intento, quiero pisar bien, quiero sentir el talón y luego la planta del pie. Pero se va por el empeine o por cualquier otra parte. No hay ruido, no hay coches, solo luz y sombra, en paralelo, calle adelante. El sudor resbala sobre mis sienes, cae. Mis sentidos van a la luz, a la sombra, a la luz. 

Vuelvo a protegerme junto a una pared, no hay portales abiertos que den respiro, espero a llegar al final de la calle y luego ya veremos. Otra calle, otro sitio donde encontrar cobijo.

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