miércoles, 30 de enero de 2013

Mingus




Después de llevar media hora en un garito donde padecía un ruido intolerable, decidí que la mejor opción era salir de allí lo antes posible. Dije a los colegas que mis oídos habían alcanzado el límite de decibelios permitido y salí.

Había caminado unos cientos de metros calle abajo cuando unas luces de neón desviaron mi atención, se trataba del Harlem Jazz Bar. Hacía años que no lo pisaba, de hecho pensaba que podría estar cerrado, absorbido por la música electrónica o dance o de cualquier otro tipo.

Me vinieron a la memoria aquellas noches, cuando las horas pasaban al ritmo de la música sin parar de hablar, sin parar de fumar, pensando lo menos posible, improvisando sin más. El local estaba más o menos como lo recordaba. El suelo de madera, con pretiles para dejar la ropa o para recostar el demasiado peso a las demasiadas horas, la barra semicircular, las mesas que abigarraban el espacio. Sonaba una trompeta sin vibrato. Era Davis. Estaba como en casa.

En esos estados alterados, el mundo me viene a la cabeza de una forma desordenada con ligeros golpes de sentido. En el bar veía la penumbra de las  mesas y no por nada me acordé de ese relato, “El Perseguidor”, que hablaba del músico John Carter, y de la realidad que se le aparecía fragmentada o con agujeros, que conectaban sensaciones y estados de conciencia extraños o diferentes. Comenzó a sonar un contrabajo, poderoso, feroz, que desbordaba la rítmica del piano . Veía a los clientes de barra que tenía al lado, pero el recuerdo de Carter me llevaba por los vericuetos del relato de Cortazar. Y luego estaba ese sonido. Se trataba de Moanin y el autor era.., y la memoria dejaba un espacio en blanco que no era capaz de llenar. Pero veía a Carter sentado en el vagón del metro con el saxofón junto a el y la realidad que se le escapaba por las ventanillas viniendo hacia el Harlem. Al lado un grupo charlaba, se escuchaban con atención, con cierta afectación. Y me hubiera gustado explicarles lo que pasaba por mi cabeza, pero no podía fragmentar la información, no hubiera podido comenzar sin recordar ese nombre. Y a través de una vaharada de humo sentí la presencia de John Carter sentado a mi lado. Le pregunté por el músico que estaba sonando, pero él tampoco se acordaba. Le pedí un trago. Cerro los ojos y respiró profundamente ... dijo,  Mingus,  justo en el momento en que el tema  acababa de terminar.


domingo, 27 de enero de 2013

Egipto




A mi cuñado Ibrahim se le ocurrió ir a Egipto.

- Y que demonios vas a hacer en Egipto según está la cosa.
- Siempre he querido ir a Egipto. – Contestó -  El Cairo, recorrer sus calles llenas de gente, de ruido, esos mercadillos de los que tanto he oído hablar. Y luego el Nilo y las pirámides.

Le intenté persuadir de que no era momento de recorrer esos países de primavera árabe, que más que primavera están cruzando el largo y caluroso y muy seco verano. Y todavía no se vislumbra ni el otoño ni nada.

- Es un viaje pendiente. No puedo dejarlo pasar por más tiempo.

Sus padres y su hermana intentaron disuadirlo. Prevaleció la necesidad de salir. Un día por la mañana tomó un avión y  se marchó. Dijo que llamaría cada día. Al quinto no llamó, ni al sexto. Al séptimo debía volver. Fuimos a esperarle por acallar la conciencia, pero sabíamos que ni siquiera había embarcado. No apareció. Desde su hotel nos dijeron que no sabían nada. Un día lo vieron salir. Nadie lo vio entrar. Como si la ciudad  lo hubiera tragado.

Nos pusimos en contacto con la embajada, con la policía, cosas que se hacen porque algo hay que hacer. El otro día vi la fotografía en el periódico. Se le ve más delgado y hasta traslúcido y … pero por lo menos sabemos que todavía puede salir en las fotos. No perdemos la esperanza.

Se puede ver a mi cuñado en esta foto de Mohamed Abd El Ghany


jueves, 24 de enero de 2013

La verdadera historia del alpinista que alcanzó la fama




Siempre pensé que había nacido para ser alpinista. De pequeño mis padres nos llevaban a la sierra para recorrer senderos que coronaban cimas de montañas que podían ser alcanzadas por padres con niños. A medida que fui creciendo me di cuenta que mi metas estaba más allá de las cimas a las que llegaron mis padres. Hay un momento en el que los caminos, los senderos, se acaban frente a una pared que es necesario subir, donde la propia naturaleza hace una solicitud a personas capacitadas y dispuestas. Tengo la certeza de que las montañas y las gentes están ahí para ser dominadas, para ser sometidas.

Me inicié en la escalada con la certeza de que estaba predestinado a seguir los pasos de los grandes del siglo XX, de Messner, de Herzog. En el tiempo que me dejaba libre mi pasión, estudiaba derecho. En el grupo alpino donde estaba federado pronto se nos quedaron pequeñas las cotas que se encontraban por nuestra región, por nuestro país… Me aventuraba por las paredes más complejas y de máxima dificultad de los Pirineos, de los Alpes. Mi ambición no conocía límites. Era verdaderamente bueno. Incluso llegue a ir al Himalaya para abrir una nueva vía de escalada en el Everest. Es verdad que éramos un grupo, pero inevitablemente yo era el líder. Me apunté a un partido político. Mi objetivo se cumplió, llegamos a abrir una nueva vía de escalada y en la base solo nos esperaba la gloria. O eso pensaba. Lo único que logré alcanzar fue el silencio y la indiferencia de mis compañeros. Ni siquiera ellos eran capaces de reconocer la realidad. Desde ese momento puse todo mi empeño en que los demás reconocieran mis méritos y en despreciar al resto.

No pude volver a los Himalayas, ni siquiera a los Andes,  pero mi afán de justicia me llevó a que los demás supieran quién era yo. Me nombraron tesorero del partido político donde perjeñé un plan que solo podía llevarme al triunfo. En esta ocasión me aseguré de rodearme de un grupo, de una manada. Me apropié de veintidós millones de euros. No por nada, si no por pura justicia deportiva. Salgo en los periódicos más importantes de España y en alguno de Suiza, la cuna del alpinismo. Todos me condenan. No me importa. La gente no ha comprendido el motivo, ni tan poco los periodistas, ni los jueces. He conseguido que todo el mundo sepa que fui, que sigo siendo, unos de los grandes alpinistas del país. Sobre el dinero, bueno, ya veré que hago con el, tengo grandes proyectos, la luna tiene montañas inexploradas y España es tan pueril.


La foto es de Pedro Alvarez

El relato está basado en esta noticia


lunes, 21 de enero de 2013

Colirio



Durante toda mi vida he creído que era una persona normal y corriente. Fui a colegios normales, empecé a trabajar en sitios normales, estuve en el paro, eso también es normal, mi casa es normal, los amigos lo mismo. Mis costumbres siguen la lógica del tedio y el borreguil. Hubo un momento en que me preocupó saber que era uno más en la manada. Pasado el tiempo me dio igual. Sin embargo hubo un encuentro que me sacó de mi propia mediocridad. Estaba un día comiendo con una compañera que me confesó sus costumbres matinales tan normales como las mías. Entre otras me confesó que desayunaba un tazón de café con leche y una tostada. Yo, queriendo corresponder a su testimonio, le dije que mi desayuno era zumo y una gota de colirio en el ojo derecho. 

- ¿Pero cómo?

Desde que recuerdo, siempre me he sentado en la mesa de la cocina y he puesto el tazón de leche a la derecha y el frasco de colirio a la izquierda. Después de apurar el vaso de leche, paso a la gota.

Y luego la compañera me explicó que nadie desayuna  leche y colirio. Eso me dio una cierta distancia sobre mis semejantes y un cambio de perspectiva. Desde ese día no diré que me considero una oveja descarriada, pero sí un poco fuera del rebaño,  me subió la moral y comencé a verme como alguien diferente. Ahora me echo una gota en cada ojo. Veo mejor.

viernes, 18 de enero de 2013

La pesadilla de Imre Kertész



La familia vivía en una casita de campo. El padre,  Ermi, decidió dar un paseo después de comer. Su mujer y sus dos hijos se quedaron viendo la película que ponían en la televisión a las cuatro de la tarde. Normalmente se echaba la siesta, pero esa tarde había decidido pasear. Algo le rondaba la cabeza pero no sabía qué era. Con ese grado de intranquilidad suficiente salió. Tomó un camino que comenzaba muy cerca de la casa y que bordeaba la montaña hasta subir a peña Cámula. Desde allí podía ver el pueblo que se encontraba en su estribación. Era algo más de una hora de paseo a buen ritmo. Le hacía bien hacer algo de ejercicio.

Al poco de comenzar a caminar le rebasaron varios camiones del ejército. Supuso que estarían de maniobras. Nunca había visto soldados por el lugar. Mientras ascendía  vio carros blindados circulando por la carretera general. La sensación era inesperada de barullo y confusión.

Un poco más arriba en la montaña pudo comprobar que grupos de soldados entraban en las casas del pueblo y sacaban a sus ocupantes a empujones. Conocía a todos, era sus vecinos, podía decir sus nombres y apellidos. No entendía lo que estaba ocurriendo. Pensó que podría ser el rodaje de alguna película o una broma o algo que no alcanzaba a imaginar.

Sobre el suelo del camino le llamó la atención la hoja arrugada de un periódico que llevado por el viento rodaba montaña abajo y que por la inercia del aire se quedó sujeta en sus botas. La cogió, sorprendido se dio cuenta de que era la misma hoja que había estado leyendo antes de salir. Era una entrevista con Imre Kertesz donde un párrafo le había llamado la atención. Lo volvió a leer como buscando una explicación a lo que sucedía,  decía:

“una crisis así dio pie a la llegada de Hitler al poder. Por tanto, deberían sonar todas las alarmas. Pero no suenan. Lo cual quiere decir que el Holocausto no está presente en la conciencia de los políticos europeos”. 

En ese momento vió una patrulla de soldados que iban en dirección a su casa y una sensación de terror se apoderó de Ermi. Bajó corriendo el camino tan rápido como pudo, hasta que una mala pisada hizo trastabillarle. En el momento de dar de bruces contra el suelo … una cabezada y la misma sensación de terror le hizo despertar de la siesta en el sillón de su casa. Al lado, sobre una silla, se encontraba el periódico que tan nítidamente acababa de ver en la montaña. Su mujer y sus hijos estaban viendo la película de la tarde ignorantes a todo lo que estaba a punto de ocurrir. 



miércoles, 16 de enero de 2013

Turbulencia del huevo frito



Hacía calor esa mañana. El cocinero se acercó al frigorífico y sacó un huevo. Lo puso en la encimera.  Abrió el gas de la cocina. Encendió una cerilla y la acercó al quemador. Era un acto reflejo, encender la cerilla y acercarla al gas. Rápido y preciso. Muchas cosas de nuestra vida las hacemos por automatismos. No lo pensamos. Simplemente las hacemos. 

Acercó una sartén pequeña al fuego, esperó unos segundos y puso aceite de oliva. Bastante. El huevo no debía tocar el fondo de la sartén. Cascó un huevo y lo puso en un plato en espera de que el aceite se fuera calentando.

En la proximidad iba notando el ligero crepitar del fuego sobre el fondo de la sartén que transmitía el calor al aceite que por convención hacía que se moviera de abajo arriba y que volviera a bajar en ciclos cada vez más anchos o más bajos, cada vez más impredecibles. El cocinero percibía el ligero olor del aceite que se mezclaba con reminiscencias de otros guisos.

Comprobó las ondulaciones del aceite de un fuego quizá demasiado fuerte y ese ligero humillo que indicaba el momento en el que el huevo debería comenzar a freirse. Sin embargo ese día lo dejó estar un poco más, todavía un poco más sin bajar el fuego, sin retirar la sartén, haciendo que el humo se fuera espesando, que el ambiente se fuera enrareciendo. Miró al huevo en el plato. 

La sartén maduraba su propia personalidad, su propia bronca. Ahora un chisporroteo, ahora una amenaza de quemadura, después un amago. El cocinero dejó pasar el tiempo suficiente hasta pensar qué debía hacer. Decidió que el huevo no merecía ese destino. Apagó el fuego





domingo, 13 de enero de 2013

Los sonidos y el caos





Luciano escuchó música desde niño. Sus padres tenían predilección por Bach y en general por el barroco. A medida que fue cumpliendo años siguió por los románticos y por todos los demás. En el instituto se sentía un bicho raro dado que sus gustos musicales no coincidían con los de ningún compañero. Tampoco con los de ningún profesor. No le importó. Inquieto por naturaleza quiso escuchar lo que estaba de moda y aunque en general le parecía pueril o sencillamente aburrido, de vez en cuando hacía alguna concesión cuando se trataba de hacer coincidir los gustos con los de alguna chica. Más adelante cuando la llama del deseo o del amor se apagaba, volvía a terrenos conocidos. 

Con los años siguió probando géneros, se habituó al jazz y a fumar los sábados en algún garito y en casa. Pensó que hay determinados sonidos que se comprenden mejor con un trago en la mano y un cigarro en la otra. Quién no se ha sentido atraído por la estética del cine negro. Los siguientes pasos lo llevaron hacia las vanguardias, hacia la música dodecafónica o hacia el free de Art Pepper. Decidió no hacer concesiones. Después de alguna reunión, se solía oir:

- Joder al Luciano cómo se le está quedando la cabeza.

Anduvo leyendo las teóricas musicales o pictóricas del siglo XX que según decía estaban unidas a la trascendencia y al ascetismo no exento de religiosidad, él que era más ateo que el Lagarto Juancho. En la pandilla había una cierta preocupación. Algunos creían que estaba llegando a un camino sin retorno. Y sin embargo continuó por los caminos donde las músicas eran menos música y la lógica parecía desaparecer. Comenzó a dar sentido a todo lo que sonaba;  al viento, a la tormenta, al pisar por la arena. Había trascendido la lógica de la propia música. El desconcierto de los amigos era extraordinario. Daba la impresión que todo lo que era capaz de escuchar era dotado de un sentido, estético, racional, emocional.

Siguió prospectando en el ruido de las calles, de los coches, en la aleatoriedad de la ciudad. Hasta que llegó el muro insalvable. Un día intentó encontrar sentido musical, tonal, conceptual a la conversación de un programa de televisión donde se debatían la vida privada de personas famosas, eso que se llaman “programas de corazón”. Llegó la pesadumbre, el ruido. Vio noticiarios, y en general a pesar de las mentiras y las atrocidades tenían una cierta cadencia o un cierto ritmo. También los documentales, incluso las películas aunque estuvieran dobladas.

En ningún caso las broncas y el pisar la palabra de los programas del corazón. Pensó que esa era la única cosa en el mundo que se le podía resistir, que había llegado a un punto donde era difícil avanzar. Sentía la proximidad del caos. Atravesó una crisis. Se mentalizó “hay cosas que te superan”. Mantuvo la costumbre de escucharlo todo, como un entomólogo sonoro. El derrumbe definitivo vino un Domingo por la noche, después de que la jornada futbolera hubiera terminado. Se puso a escuchar el programa que analizaba los partidos de la jornada enfrentando las opiniones de seis supuestos expertos en el tema. Seres vociferantes, rabiosos, broncos, molestos. Luciano con toda una arquitectura sonora en la cabeza era incapaz de encontrar algo parecido a un orden. 

Desde ese día guardó silencio, se metió en la cama y decidió no salir. Había escuchado todo lo que podía tolerar.

jueves, 10 de enero de 2013

Proyecto Encode




El proyecto de investigación Encode ha sido uno de los más citados durante el año 2012 a nivel científico. De la misma forma que hay listas de películas más taquilleras o músicas más escuchadas, también hay proyectos científicos que tienen más repercusión que otros. Este proyecto Encode es uno de los very best del año pasado. Hay un montón de investigadores de varios países y de varios laboratorios encargados de comprender nuestro ADN, de saber por qué somos como somos. Antes se creía que solo el 20 % del ADN tenía interés científico, considerándose que el otro 80% era morralla y caos, supuestamente residuos de eslabones evolutivos pasados sin importancia alguna. 

Desde el año pasado se interpreta que la realidad es justamente la contraria, el 80% de la morralla da sentido y estructura al otro 20%. Lo que antes se interpretaba como un caos ahora es la clave para entender de qué estamos hechos y sus relaciones.

¿Será posible el caso contrario? Los humanos, entre otras cosas incluso beneficiosas, generamos basura. La naturaleza almacena gran parte de esa basura en determinados lugares, por ejemplo se sabe que en el océano Pacífico hay un enorme vertedero de basura proveniente de América y de Asia con un tamaño variable pero en cualquier caso superior al de España y Francia juntas, que además se mueve y cada vez que roza el  continente o alguna isla deja la costa hecha una perdición. Utilizando la enseñanza del proyecto Encode, la solución es dejarlo como está, en barbecho, a ser posible sin añadir más detritus y esperar que en su propia putrefacción sea capaz de generar un orden que trascienda su propia condición putrefacta. Y nos arregle la vida por formación de estructuras inteligentes de autolimpiado y vivamos felices. Lo que pasa es que la naturaleza suele reaccionar en contra, no por nada si no porque no le queda más remedio. En contra de los que la han tirado, en contra de nosotros. El enemigo se puede llamar basura-encode intelligence y nos tiene mucha inquina. El resultado, se mire como se mire, es que nos come la mierda.

lunes, 7 de enero de 2013

Regalo de Reyes




Hola Diego:

Aprovechando que es el día de Reyes y que habéis ido a buscar a mis padres para traerlos a comer he decidido hacerme el regalo que todavía no me habéis hecho.  Diego, recordarás que el jueves nos fuimos los niños y yo a hacer unas compras y decidí comprar un décimo de lotería y hacer una quiniela. No le tengo fe a los juegos de azar, a la quiniela menos que a la lotería, pero este año no sé, tenía un pálpito. El caso es que esta mañana mientras habéis ido a buscar a los abuelos me ha dado por mirar lo números premiados del sorteo de la lotería. Te puedes imaginar, tenía el 30875, el gordo,  digo tenía porque siempre he hablado en plural pero al ver el numeraco me ha dado un ataque de independencia y he decido pensar solo en mi. Tienes razón si piensas que he estado demasiado ocupada con las cenas, las comidas, con las enfermedades de los niños, con los abuelos. Como una revelación he tenido la sensación de que estas navidades me las he trabajado yo todas y por un día he decidido pensar en mi.

Hay que decir que los abuelos tienen necesidades que hago con gusto, como todo, pero llega un momento en que una se cansa. Tus padres con sordera, mal genio, una edad imposible. No sería justa si dijera que los míos son maravillosos. Lo son pero hay muchos momentos que se me hacen cuesta arriba. Siempre con la misma conversación, el mismo soniquete. Ya sé que son muy mayores pero una también necesita liberarse de estos días navideños. He cocinado para todos durante nochebuena, navidad, nochevieja y año nuevo y también en reyes, necesito enumerarlos para que te des cuenta y para darme cuenta del trabajo que esto representa, pero no solo este año, el anterior …. No es que este año esté menos cansada que otros años es solo que este año me puedo permitir hacer algo especial. No te preocupes Diego volveré, porque tampoco soy de mucho andar por ahí, ya lo sabes, pero volveré cuando esté tan cansada de estar sola como lo estoy ahora de las navidades. Sabes que os quiero mucho a todos.

Tranquiliza a los niños y a los abuelos, tranquilízales a todos, diles que volveré dentro de unos días. Tienes los canelones en el horno, hay que ponerlo al cinco y dejarlo diez minutos. Te he dejado la sartén para que hagas las gambas. La mesa está a medio poner porque con la emoción no me ha dado tiempo a terminar. Voy al aeropuerto, no me importa si hay huelga de metro, llamaré a un taxi y no pensaré en retrasos, esperas e incomodidades. Cuando llegue a Barajas buscaré un destino que me guste y me iré rápidamente. A lo mejor cuando leas esto estoy sobrevolando el barrio. La quiniela la dejo en la mesilla, mírala esta noche.

Os quiero, ahora, un poco más.
María.

jueves, 3 de enero de 2013

Más madera




Ante la situación por la que estamos atravesando, los griegos han decidido volver a la madera. Para quemarla. Porque tienen frío y hay que calentar las casas. Esto ha supuesto que ni los más viejos del lugar hayan visto unos índices de contaminación como los que se pueden ver en Atenas que triplican el límite de emergencia recomendado en su día por alguna institución sanitaria. La solución a esto, que es perfectamente extrapolable a España, la veo fácil. Tal como tenemos las cosas, esa misma institución sanitaria puede aumentar el índice de polución recomendado hasta cuatro veces más del actual, porque creo que los estados y las personas en crisis somos capaces de tolerar más altas dosis de putrefacción a todos los niveles. También en la ambiental. Vivir en crisis tiene sus ventajas, esta es una de ellas, que nos comenzamos a hacer más resistentes. No debe sorprendernos. Vivimos cerca de África que es zona donde se han hecho y se siguen haciendo todo tipo de atrocidades para asegurarnos el bienestar de nuestras sociedades y los africanos, los que sobreviven, son duros de pelar.




En la película “Los hermanos Marx en el Oeste”, tenemos a los protagonistas haciendo astillas su propio tren, para poder continuar un enloquecido viaje por unos raíles que en algún punto del recorrido es posible que los hayan vendido para comprar   ¡¡Más madera!! 


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